domingo, 20 de septiembre de 2015

De Centauros, Quijotes, Llaneros, Montadores, y Balas Perdidas.

https://www.youtube.com/watch?v=zi1e2RHzRJw


Hay ciertas ocasiones donde sentarme frente a la hoja en blanco es enfrentarme a una realidad que no quiero afrontar y que con palabras quiero exorcizar. 

Desde anoche, y como siempre, me parece ver dos figuras que se juntan en un presente pero que son el antes y el después de una tradición, un gusto, una familia, una forma de vivir y mirar y la vida: ser montador.

La manera de montarse en el caballo, de colocar la espalda, de llevar la rienda, esa vaina es genética, no olvido el día que los conocí, el abuelo en un guayabo de aquellos y el nieto presto a hacer el mandao, ese día consistió en un consome de pollo, el muchacho voló y trajo el encargo y la devuelta, con monedas y todo, su recompensa: montar en el caballo de su abuelo.

Ambos delgados, de manos grandes por el trabajo y la rienda, mirada franca y palabra certera, en fin ese abuelo debe tener el alma hecha añicos.

Desde el principio de los tiempos el caballo y el hombre han hecho un binomio que ha dominado el mundo, han conquistado caminos y para muchos el mejor amigo no es el perro sino su caballo.

La historia de los centauros, aquella tribu de hombres a caballo que las demás tribus confundían en uno y nació la leyenda de los hombres mitad caballo.

En todas las regiones del mundo el caballo ha hecho historia junto a sus jinetes, como imaginar un conquistador sin montura, o un Quijote sin rocinante, o Caligula sin su incitatus, Bolívar sin su palomo, como olvidar a José Ilario López y su puñado de llaneros lanceros de a caballo cuyo único escudo fue su aliento, el Llanero Solitario y su plata, en fin son tantos.

México le  ha cantado a  los caballos en corridos famosos y universales, pero el caballo de carreras también ha tenido su historia junto a sus jinetes.

Y en las entrañas del suroeste antioqueño es imposible imaginar una fiestas del Arriero sin Beto montando un buen ejemplar y su abuelo mirándolo de lejos listo a corregirle la postura o cualquier otra cosa pero con los ojos brillantes de orgullo  por su negro, y ni que decir del tío, ambos conocedores de las lidias del bien montar. 

En Colombia hablar de caballos es hablar de aires, de pasos, de andares del paso fino colombiano, por eso digo que el montador debe tener mejor oído que el músico, esas sinfonías ejecutadas en la pista de resonancia en métricas de 21 y 14, sólo pueden ejecutarse con el oído del corazón, o como se dice en buen paisa con el oído en el culo. 

Hoy por esas cosas de la violencia absurda de esta país, se fue Beto a montar mejores ejemplares y a alumbrar las pistas del cielo con su sonrisa franca. 

No entiendo para que las personas andan armadas si no saben disparar, si son más los muertos por las balas perdidas que por las riñas en sí, el que este muy bravo y no sepa disparar pues póngaselo cerquita y matese sólo. 

Sólo desde la distancia me resta rendir este pequeño homenaje a un gran hombrecito, un señor, un gran montador: Beto ! ahí si hay chalan¡, gracias por todo.

A Gloria, a Clara, a Don Luis, a Doña Estella, a Plátano, un abrazo y sólo les puedo decir que la vida es un simple espacio en la eternidad así esto este doliendo como un putas. 


martes, 15 de septiembre de 2015

Del 28 de Diciembre y otras locuras.


Volver a mí blog algunas veces es sólo una manera de llorar, es evitar que el perro negro (el que lo entendió lo entendió) se haga más fuerte, es la esperanza de que mi voz no sea una simple voz que se ahoga en el desierto, es la esperanza de cambiar un poquito la realidad comenzando en mi y, espero, terminando en alguien que al leer estas líneas también cambie la suya.


Los que somos padres pudimos entender, un poco y desde lejos,  las lágrimas del padre del niño que se volvió emblema de los desplazados, inmigrantes, despatriados, desarraigados, nómadas etc. En ella encontramos el dolor de la pérdida, de la impotencia, de no tener un pedazo de tierra donde poder enterrar a su ángel.

Pero este no es un problema de ahora, sino de siglos y de historias, podemos pensar en el faraón egipcio que mandó a matar a todos los primogénitos en la época de Moisés, o el emperador que mandó a matar  a todos los niños varones en la época de Jesús el  Nazareno, pero también hay que recordar esa historia bíblica donde los primogénitos de Egipto también fueron masacrados. Así ha sucedido en las guerras, las vendettas, se mata el hijo varón para evitar una venganza, para evitar que aspire a un trono, para truncar una descendencia, pero este tema se lo dejo a los estudiosos de la guerra y a los criminólogos, yo solo hablaré de la fiesta, la rumba y demás celebraciones que han tenido orígenes en estas atrocidades. 

La mejor referencia es la del 28 de Diciembre, día de los santos inocentes para el mundo católico, día de la conmemoración de la muerte de cientos de niños, pero, al menos en Colombia, es el día en que se deben hacer bromas, se debe hacer ver al otro como un estúpido, se debe engañar, mentir, hacer bullying, y no se que tantas cosas más para demeritar la inocencia y pasarla de ser una virtud para convertirla en un defecto.

Pero que lleva a la gente a conmemorar la muerte con una burla?  Por que la gente quiere reírse en vez de pensar que se siguen matando niños? Los seguimos matando de hambre y de sed, los seguimos esclavizando, explotando, abusando y matándolos de tantas formas.

La respuesta es sencilla, por físico miedo, si el mismo miedo que sintió el faraón, que sintió herodes, y que sintió el jefe del clan, el jefe guerrillero, el jefe paramilitar, el jefe de la tribu, el jefe del combo, en fin que siente cualquier ser humano.

Nos da miedo enfrentar nuestra realidades, nos da miedo mirarnos hacia adentro, nos da miedo admitir la horrorosa muerte de un niño en una playa y corremos a hacer mil imágenes bellas que atenúen un poco el horror que sentimos.

El miedo nos estanca y hace que salga lo peor de nosotros mismos, hace que deseemos proteger a toda costa nuestro estado de confort, hace que luchemos de cualquier forma por conservar nuestro tesoro, por eso nuestro tesoro no puede ser material ni personal, no podemos permitir que nuestra felicidad dependa de cosas y de otros seres, debemos centrar nuestra felicidad en nosotros y en el servicio hacia los otros.

Por eso hay que quitar los fronteras, y no solo entre los continentes, los países, los departamentos, los municipios, los barrios, las esquinas, inclusos las fronteras en nuestras casas que se volvieron de puertas cerradas donde para entrar hay que pedir permiso y todo en aras del respeto a la individualidad, a lo propio a lo Mío, como dice Cortez en su canción Tu: yo,yo,yo y luego mi, mi mi

Hay que mirarnos hacia dentro, conocernos, superar nuestra fronteras interiores y ser libres, esa libertad nos quitará los miedos y así podremos proteger nuestros mayor tesoro que es nuestro ser interior, ese que no maneja egoísmos ni apegos, no esperemos a que se ahogue nuestro niño interior para empezar a conocernos y a liberarnos de las ataduras que nos hacen unos asesinos de niños.