miércoles, 11 de julio de 2012

LA SOBRIEDAD

Dionisio: Dios del vino y inspirador de la locura ritual y el éxtasis.

Nada mejor que tomarse unos traguitos en buena compañía, sacar todo eso que se tiene por dentro y entrar en esos estados de éxtasis, pero el luego, y no hablo del guayabo, es el problema.

Son pocos los afortunados que cumplen con el estándar de no alcoholismo, solamente cinco tragos en a la semana, pero esos tragos no son cualquier tipo de trago, sino trago de 1 onza, o sea que tomarse una cerveza supera enormemente la medida.

Pero supongamos que cumples con los cinco tragos semanales y de una onza, resulta que si te hace falta la onzita también estas en problemas con la bebida y peor aun el dato neurálgico: para que tu cerebro accione normalmente se demora tres días para eliminar esa onza de licor, entonces cinco tragos necesitan quince días de abstinencia para que el cerebro actué normal.

No es mi intención discutir ni cuestionar los que dicen que eso es bobada, o los que dicen que una copita de vino al día es un buen vaso dilatador y evita enfermedades, porque desde mi posición de sobrio la vida se ve distinta.

Pase muchas noches de buenos y malos tragos, conocí mucha gente, disfrute de rumbas, algunas inacabables, pero ahora que miro hacia a tras no veo ningún beneficio en haber tomado licor, ¿por que debo entrar en locura por un ritual o llegar al éxtasis a través de la ingesta de sustancias.?

He decidido estar sobrio y me ha gustado, claro que ahora estoy como Gibran: gritando por tener que mostrar mi autentico rostro, pero esa es la vida, aprender a vivir con uno mismo, aceptarse como se es, mejorar lo mejorable y vivir a plenitud, enloqueciendo de amor por lo sencillo y cercano, y llegando al éxtasis con una simple vista de todo lo que hay a mi alrededor.

así señores que bienvenido el reto de estar sobrio, que implica un conocimiento de mi mismo, de mi alrededor y un recuperar de tantos y tantos años que tuve el cerebro ebrio, nada compra el levantarse sin oler maluco, sin ese dolor de cabeza, sin esa voz que te dice: te estas muriendo, y mucho menos con esa sensación de no saber que se hizo pero con esa certeza de que uno la cago, así de simple terminan los tragos en un desespero corporal y mental que no vale la pena.

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