Hoy recuerdo las enseñanzas de
papá Jaime en su escrito, disco compacto, conferencia, modo de vida: Volver a lo básico. Y al final uno no necesita sino
un hueco donde descansar el cuerpo eternamente, pero ese estuche, cuerpo
físico, contiene algo, y ese es el importante, algunos le llaman Idea, otros
Espíritu, otros Alma.
Esa voz interior es importante
y no por ello deja de dar lidia, de
hablar todo el día, de impulsar, de cuestionar, incluso lograr acallar esa voz
lo comparan con ser sabio, pero yo creo que a ese compañero o compañera,( por
lo del discurso incluyente), nunca debe silenciarse creo que a medida que le
hacemos preguntas inteligentes su discurso se vuelve más pausado, más concreto, aquí el problema somos nosotros
los receptores de su dialogo, sino
logramos concretizarlo es un gran buscador que da infinidad de respuestas a
toda hora a cada instante y a cada pregunta absurda que hacemos, por eso
vivimos locos no logramos centrar nuestro pensar.
Pero ese pensar no es sólo el
lógico o sea aquel que construye ideas,
juicios, discurso etc. Es algo más universal, yo diría más divino, más
indicador de nortes, de gustos, de metas. Por esto a más de las ciento de respuestas que recibimos por no
saber preguntar, ese algo nos dice que
debemos de hacer otras cosas, que nos mantiene en una constante búsqueda, un
santo lo explicó diciendo que era las ganas de ver a Dios… mucha hondura para mi pensamiento.
Por mi parte esa voz me ha
venido diciendo que vuelva, pero ¿a dónde?... ¿A lo básico? Eso es un estado del alma y se puede alcanzar
en cualquier parte, mi vocecita interior me dice que vuelva y creo que he ido
desenmarañando esa ruta y mi primer paso ha sido lograr entender cuál es mí
ser, mi esencia. Para esto he recordado las visiones me hacen sonreír el alma,
donde respiro más tranquilo y donde siento que puedo servir más, pues el dar es
el secreto de recibir felicidad; pero encontrar un simple punto geográfico no
es lo que me satisface, hay algo más y para eso debí confrontarme y pensar en
lo más simple de mi ser, en ese ¿quién soy yo? ¿Cuál es mi esencia?.
Para responderme esto descubrí que debo volver
al origen, a mis sueños de niño y joven
a lo que me alegra, a lo que cuando lo hago se ilumina mi alma, a lo que
siempre disfruté y la respuesta es sencilla, tengo alma de pueblerino, no me
atrevo a decir de campesino por respeto a ellos pero de pueblerino sí.
Sé que asalta la pregunta de
cómo un tipo nacido y criado en una urbe como Medellín puede decir esto, pues
sencillo cada vez que he estado en pueblos me siento feliz, encajo, me gustan
sus costumbres, su cultura, su tiempo, su forma de funcionar, ese ritmo
cardiaco de los seres vivos que se llaman pueblos, me gusta su arquitectura,
sus amplios espacios, sus colores vivos en las fachadas, y en el día a día de
mi vida citadina siempre trato de guardar esas vivencias, me gusta el hablar
con exageraciones, refranes, traer a colación historias, leer que pasa en los
pueblos, me gustan todas las cosas que pasan en ellos, en fin mi alma vive
entre montañas, ríos, arrullos de grillos, rojo de café, escaleras pintadas por
familiares, chiveros de tres cambios y carpas, bares con tangos, música popular
y rancheras, caballos, sombreros, ponchos, perreros, parques llenos de sillas
para tertuliar, donde el alma está libre de las ataduras del cuerpo que
vive en una ciudad donde la levantada es muy temprano pero no da tiempo de
hablar y compartir, de transporte masivo y súper moderno donde el miedo al
hurto, el apeñuscamiento y no permite disfrutar como en el bus intraurbano
donde el conductor tiene nombre y ya sabe dónde uno se baja, está libre de una
oficina súper cómoda, súper linda pero súper cargada de problemas que no tienen
solución pues como en la mayoría de las cosas de la vida la sanción que no se
acepta como una forma de educación no soluciona nada, libre de unos centros
comerciales hermosos y llenos de distractores, resumiendo: para mí las ciudades
tiene unas cadenas que parecen el laberinto de fausto y no nos dejan vivir,
podría hacer una lista interminable de libertades y de cadenas pero también
debo ser justo con mi ciudad que me ha dado todo, por eso me callo muchas
cosas.
Los amigos siempre dicen:
Hombre que por allá, no hay buenos hospitales, que no hay centros comerciales,
que no hay cine en 3D, a veces ni en 2D,
que la violencia, que la minería, que la gente tiene más oportunidades en la
ciudad, que esto que aquello, pues señores yo soy feliz en pueblos y
principalmente en aquellos del suroeste de mi verde Antioquia, nada mejor para mi alma que ver los verdes de
las montañas, salir a caminar y
encontrar un saludo en casi todos los rostros, ir a la plaza y ver niños,
ancianos, familias todos tranquilos y disfrutando de algo para tomar o comer, y
ni hablar de las fiestas y los encuentros culturales allá son más ricos más
íntimos, todo queda cerquita, no hay
pérdidas de tiempo en viajes eternos, aquí en las ciudades uno es el cargo o
el trabajo que desempeña allá uno es a la persona que desempeña el cargo, el
orden de los factores si altera el producto.
El tiempo de los pueblos
discurre tranquilamente y muchos dicen que los días son eternos, pero para mí
esa es la magia, hay tiempo para la familia, para trabajar, para compartir,
para orar para dormir, para todo, el que se aburre con el tiempo es porque no
hace nada con él, es como tener mucha plata y no saber gastarla, eso empieza a
estorbar.
Los que vivimos en la ciudad
de Medellín tenemos cada año uno de los alumbrados navideños más lindos del
planeta y algunos no van, o vamos de pereza del gentío, de miedo del atraco de
muchas cosas, pero cuando epm
hace o anuncia que va a hacer el alumbrado de tu pueblo, eso es un
acontecimiento, y lo ves y lo vuelves a ver y al final tienes luz en el alma de
cuenta de unas bombillas.
Aquí en la ciudad el tiempo se
cuenta por minutos, por días, es muy largo, en los pueblos se cuenta por
cosecha, por épocas, por domingos, por medidas de tiempo muy largas que hacen
que el año pase muy rápido, a pesar de rendir para todo, es la magia macondiana
de esta país del corazón de Jesús.
Los pueblos producen padres
agrícolas y no industriales, en ellos uno puede ver crecer los hijos, puede hablar
con los amigos, puede ser persona.
Las ciudades te exigen que
tengas para que seas y luego si puedes hagas, los pueblos te permiten ser, te exigen hacer y te brindan la
oportunidad de tener.
Con dolor observo como los
muchachos, se van de sus pueblos a buscar oportunidad en las ciudades, a vivir
de arrimados donde familiares, a viajar cada tanto a visitar sus padres, a
dejarse comer de la manigua de cemento y a olvidar su tierra. Escogen estudios
que no aplican en sus terruños, quieren
ser los doctores de ciudad y olvidan sus orígenes, pero claro cuando buscan la
felicidad si voltean y emprenden camino hacia la tierrita, añoran las arepas de
la abuela, la sopa de la mama, las cremas de doña fulana, el café de este
negocio, los amigos que quedaron allá y que no son doctores pero que son
amigos, la bañada en la quebrada, en fin añoran la felicidad que encierran
nuestros pueblos. Y en la ciudad lo vivimos añorando a gritos: tenemos un
pueblito paisa, una feria de las flores, en diciembre se pone uno sombrero, es
rico vivir en tal barrio porque parece un pueblito, el parque de aquel sitio es
lindo parece el de un pueblo, este muchacho se parece al abuelo, es todo un
caballerito, hay día de la Antioqueñidad, en fin tratamos de traer nuestros
pueblos a la ciudad pero sin tocar su esencia. Tan es así que cuando llevan las
megas obras a los pueblos estas siempre deben ser diseñadas de tal forma que no
riñan con las costumbres de ese pueblo.
Por eso con toda la fe puesta
en Dios, con la ayuda y apoyo de mi esposa y con todas las tareas por realizar
para lograrlo, me voy pa’l pueblo, me voy a vivir, me voy a servir, me voy a
ser feliz, me voy a encontrarme. (El hijo tarde que temprano entenderá que allá
es mejor, él también es un hombre de alma buena.)
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